David de la Peña, a sus 27 años, decidió un día entrar a New Leaf Biofuels, una compañía que fabrica biocombustibles, en la Calle Newton del Barrio Logan en San Diego a pedir empleo.
Había estado trabajando en construcción en San Marcos, a más de 50 millas de distancia de su hogar. Cuando los trabajos de construcción empezaron a desvanecer debido a la recesión, David empezó a buscar trabajo en el barrio Logan más cerca a donde vivía. Con un hijo recién nacido en casa, David decidió que necesitaba ahorrar en combustible y estar más cerca de su familia.
Alguien le había comentado de un trabajo en una planta de arenado en esa misma calle. “Empecé por ahí y me seguí de fábrica en fábrica tocando 20 o 30 puertas. Toque en cada puerta”, dice David.
New Leaf lo contrató. Es una pequeña planta que fabrica biodiesel a partir de aceite reciclado de restaurantes en San Diego.
Su primer turno fue en “el patio”, envuelto en el buqué de aceite de cocina y cubierto con una delgada capa de grasa que embarra todo. Mientras los camiones con aceite llegan a hacer sus entregas un par de gatos callejeros esperan pacientemente a que les den comida. En aquel entonces David trabajaba en mantenimiento, descargando los camiones y limpiando el aceite: pasándolo por un barreno y un agitador mecánico antes de bombearlo a los tanques dentro de la planta.
Tras cuatro años en New Leaf, David ascendió a ser un operador de proceso. Su trabajo consiste en preparar mezclas, realizar pruebas de combustible y monitorear la calidad del diesel paso a paso, desde que es aceite hasta que está listo para usar en cualquier vehículo con motor a diesel.
Su experiencia es invaluable, pues él puede operar la planta y también trabajar en el patio. Sus compañeros de trabajo y su jefe realmente aprecian que es una persona silenciosa con una actitud gentil y a la vez decidida. Pero el trabajo ha tenido sus altas y bajas, con varios compañeros despedidos en recortes de personal y no sólo una sino dos reducciones de sueldo. New Leaf y otras compañías de arranque de combustibles alternativos y biodiesel han sufrido por las condiciones de mercado inestables creadas por el constante estira y afloja de los estímulos federales, así como también debido a las múltiples demandas levantadas por las compañías petroleras contra el Estándar de Combustibles Bajos en Carbono (LCFS, por sus siglas en inglés) de California.
Jennifer Case, de 38 años y directora ejecutiva de New Leaf, explica: “La subsistencia de New Leaf depende de las políticas estatales y federales que nos permiten competir con los combustibles fósiles”.

Jennifer Case, 38, is the chief executive officer for New Leaf Biofuels in San Diego. New Leaf started in 2006 as a result of a federal tax credit signed by President George Bush in 2005.
New Leaf comenzó en el 2006 a causa de un crédito fiscal federal firmado por el Presidente George W. Bush en el 2005. En el 2006, California aprobó la política fundamental de energía limpia, AB 32, la Ley de Soluciones al Calentamiento Global. Dicha ley requiere que California reduzca sus emisiones y promueve un mercado para combustibles más limpios y bajos en carbono como el biodiesel. Según la Mesa Directiva de Recursos del Aire de California (ARB, por sus siglas en inglés), el combustible basado en grasa residual reciclada reduce las emisiones de gases efecto de invernadero entre un 82 y un 88 por ciento en comparación al diésel producido de petróleo.
El estímulo federal para combustibles como el biodiesel de New Leaf caducó recientemente por cuarta ocasión. Cada vez que esto sucede el congreso reautoriza el estímulo de modo retroactivo, pero en general tardan semanas o meses. Según Jennifer, esas demoras han llevado a la bancarrota a muchas fábricas pequeñas de biodiesel, estresando la importancia del programa LCFS en California.
“Necesitamos poder competir con los combustibles fósiles. Por esa razón existen los estímulos. Estamos generando la infraestructura para la producción de biodiesel y eso hace que por ahora sea más caro. Sin los estímulos es prácticamente imposible producir biocombustibles de manera lucrativa”, dice.
Jennifer dedica muchas horas a la semana a aplicar presión política. Su objetivo, mantener o ampliar las políticas que permiten competir favorablemente con las enormes compañías petroleras, las cuales gozan de una infraestructura madura, de grandes economías de escala y de subsidios, los cuales incluso les permiten contaminar con impunidad. Si bien los biocombustibles son mejores para el medio ambiente, eso no garantiza su supervivencia.
Jennifer fue la primera mujer miembro del Consejo Nacional del Biodiesel y es también miembro de la Alianza del Biodiesel de California. Calzando unos Nikes azules, nos comenta mientras corre en una caminadora de banda en una esquina de su humilde oficina a un lado del patio de la fábrica: “Mi industria me apasiona y esa flama me ayudó a sobrevivir estos últimos 5 años.”
“El reto es enorme: estamos generando empleos en una industria que es nueva y emocionante, pero la carga es dura”, prosigue.
New Leaf cuenta ahora con unos 22 empleados, tras haber despedido a otros tantos, recortado sueldos un 10% y reducido producción a un tercio de su capacidad máxima. Todo esto a raíz de las demandas en contra del programa LCFS. Pero Jennifer dice que aún así lograron conseguir otro inversionista que confía en la re-adopción del LCFS.
David es un padre soltero. Su hijo, también David, ya tiene 4 años y ambos solían ir de paseo con regularidad. Debido al recorte salarial tuvieron que dejar de salir.

David De La Peña, 27, is a single father raising his son David, 4, in San Diego. When De La Peña lost his job at a sand blasting plant four years ago, he walked door to door asking for a job at more than 20 different plants. He found one at New Leaf Biofuels where he has worked his way up to be a plant operator.
Afortunadamente, New Leaf reinstauró los salarios anteriores e incluso pagó salarios caídos en cuanto la situación mejoró. New Leaf también ofrece prestaciones laborales que incluyen seguro médico y dental. Silencioso e introvertido como su padre, Davidcito da un aire intelectual enmarcado por los anteojos que ha usado desde bebé. Tiernamente agarrado de la mano de su padre, camina tranquilamente por la calle. Ambos gozan de un vínculo muy especial.
David trabaja el turno vespertino, de las 3 a las 11:30 p.m. Su familia le ayuda a cuidar de su hijo, por lo que le es muy importante trabajar cerca de casa. Cada día deja a Davidcito con su abuela de camino al trabajo (ella vive a dos cuadras de New Leaf). Su tía lo recoge a las 4:30 y se encarga de él hasta la hora de irse a trabajar al Hospital Infantil a las 6 a.m. David se cuida a Davidcito hasta la hora de irse a trabajar y el ciclo se repite.
El padre de Davidcito y su abuela han vivido en Barrio Logan por 40 años. En una acera de la Calle Newton hay casas; en la otra, pequeñas fábricas. La famosa taquería Las Cuatro Milpas, a unas cuadras de distancia de New Leaf, atrae a gente de todo San Diego, con colas que llegan hasta el Parque Chicano, al pie de un distribuidor vial. El parque, donde Davidcito juega, estuvo a punto de ser destruido en los años 60 pero sobrevivió gracias a los afanes de la comunidad local. Bellísimos murales multicolores con motivos Chicanos adornan las columnas de concreto de la autopista, pintados por artistas locales. El orgullo local y la tenacidad urbana de Barrio Logan siguen vivos en el Parque Chicano.
“A cada rato suena el timbre y es alguno de nuestros vecinos que viene a pedir trabajo. ¡Me encanta poder ayudar!” dice Jennifer. El tío de David está ahora trabajando en el patio de New Leaf. Jennifer espera poder seguirles ofreciendo empleo.
LCFS continúa siendo un blanco para los competidores en la industria petrolera pero la Junta de Recursos del Aire de California recién readapto el estándar y los productores de biocombustibles tienen esperanza que el estado continuara a fortalecerlo. Este es “el único atisbo de esperanza”, dice Jennifer. “Ahora estamos sobreviviendo”.